Aportado por: Carlos Espinosa

La energía masculina y femenina se encuentra tanto en el
hombre como en la mujer. El hombre es primordialmente un canal masculino,
mientras la mujer lo es femenino y toda su energía y fisiología son un reflejo
de este hecho. Cuando hablamos por lo tanto de lo masculino y lo femenino, no
nos estamos refiriendo exactamente a hombre y mujer. En la manera en que somos
canales preferenciales de cada tipo de energía, sí podríamos aproximarnos a tal
identificación. No obstante todo lo dicho en este artículo puede aplicarse a
ambos, hombre y mujer. Cuando hablamos de lo que la energía masculina ha hecho
del mundo, deberemos tener en cuenta, que esa energía masculina se ha expresado
y se expresa en la actualidad también, a través de multitud de mujeres, que,
separadas de su esencia femenina, abrazan, interiorizan y expresan lo masculino
en ellas. La historia de esta humanidad es la historia de la dominación de esa
parte masculina y eso, hoy por hoy, esta en todos, hombres y mujeres, en el
inconsciente colectivo de la humanidad.
La energía masculina ha venido dominando y tiranizando el
mundo durante los últimos miles de años, llevándolo a la situación actual
extrema, donde estamos a punto de destruir a nuestra madre, la Tierra. Toda la
dinámica actual del ser humano sobre la tierra lleva a eso, una especie que
creyéndose separada de lo que la rodea, se convierte en un cáncer que destruye
a su propio organismo.
El momento actual es delicado. Lo femenino está ya en todas
partes, la mujer está despertando y poniendo su presencia en todos los sitios.
Pero muy pocas mujeres han tomado su verdadero poder femenino. Seguimos
viviendo en una civilización completamente masculina y la mujer, por lo
general, está tan desorientada como el hombre, abrazando en la mayoría de los
casos, los patrones masculinos como su propia liberación. El hombre, por su
parte, está perdido, aferrándose como puede a los viejos patrones y paradigmas,
sin querer mirar a otro lado, aún sabiendo que éstos ya no sirven y que nos
llevan al dolor y a la destrucción. Mientras tanto, la propia lógica de la
civilización masculina nos lleva cada vez más a un lugar: un mundo cibernético,
un ser humano esclavizado, con su mente, su cuerpo y sus emociones
perfectamente controlados.
Todo este panorama aparentemente desalentador, encierra una
realidad paralela: el nacimiento de un hombre y una mujer nuevos, la ascensión
de la Tierra, es un proceso actualmente acelerado e inevitable. Únicamente
nuestro estancamiento e inercia en la ignorancia, puede hacerlo más o menos
traumático, más o menos doloroso.
Detrás de la aparente e hinchada fortaleza de la mayoría de
los hombres hay un corazón débil y herido, un globo inflado que se desinfla al
primer pinchazo, dejando al descubierto toda la debilidad de niños que ni
siquiera han cortado el cordón umbilical con la madre. Da igual la edad, 30,
40, 60, 100 años, o la posición, presidente de gobierno, presidente de
multinacional, obrero de la construcción, o mendigo. Detrás de todo hombre
atado a los patrones masculinizantes de siempre, hay un corazón perdido y
dolido contra lo femenino, contra la Tierra, contra sí mismo.
El verdadero poder masculino no tiene nada que ver con el
dominio y con la aparente fuerza física. Esa es la gran ilusión que ha perdido
a la mente masculina, hasta el punto de llegar a considerar a lo femenino como
un subproducto (nacido de una de sus costillas, débil, incapaz y
definitivamente inferior). El ser humano es un ser dual: dos cerebros (dos
hemisferios cerebrales), dos lados, masculino, femenino, Yin, Yang. Esta es la
realidad que Oriente entendió y plasmó magistralmente en el Taoísmo, en el
Tantra. Esta dualidad está presente en todo y no es si no el reflejo de la
danza cósmica de este universo, la danza del yin y el yang, Siva y Shakti,
masculino y femenino, Dios-Padre-Madre, experimentándose a sí mismo en las
diferentes dimensiones de la conciencia.
El Tantra lo comprendió muy bien: encarnamos en la Tierra
para "bajar" la conciencia de Dios a la materia, para reproducir,
aquí en la materia, la danza cósmica del Universo, la danza de Siva y Shakti,
masculino y femenino. Y en esa danza cósmica, el papel de lo masculino, no es
otro que el del Caballero del Grial, el guardián de la Tierra, venerar a lo
femenino.
Venimos a la Tierra y la tremenda densidad del velo de la
materia nos hace olvidarnos de nuestro verdadero Ser. Es como si Dios se
olvidase de sí mismo, y en ese olvido, lo masculino, Dios, confunde su función,
que no es otra que estar al servicio de lo femenino, Dios. Y en ese doloroso
olvido nace la separatividad, nace el miedo, y la parte yang, lo masculino, que
representa la parte activa, la fuerza en la materia, cae en la infantil ilusión
de su superioridad. Infantil, pero peligrosa ilusión, que ha llevado al
“machaque” y a la explotación de lo femenino, a la guerra durante miles de años
y que, como decía al principio, está a punto de destruir la Tierra.
Se dice en el Tantra que lo masculino debe ser internamente
guiado por lo femenino. Lo masculino sin la guía de lo femenino, solo ve
"partes separadas", enemigos o cosas a conquistar o utilizar. Lo
masculino (hombre o mujer) sin la guía de lo femenino no puede sentir un
paisaje. Verá un maravilloso valle, un bosque, un río, y sólo verá lo que se
puede "hacer" con él. Lo masculino sin la guía de lo femenino sólo ve
"hacer", "hacer" y más "hacer", llenar, cortar,
perforar, construir... El famoso paradigma del "desarrollo" no es ni
más ni menos que eso, la mente masculina perdida en su locura separativista y
sin sentimiento. Lo masculino, sin la guía de lo femenino, está separado del
sentimiento, convirtiéndose en una mente fría, calculadora y cibernética... y
llena de miedo.
La mente racional es una vibración ligada a lo masculino, al
yang, al hemisferio izquierdo, mientras que el sentimiento, el corazón, es una
vibración unida a lo femenino, al hemisferio derecho. Una mente que niega su
hemisferio derecho, se convierte en una mente separada del todo, depredadora,
una mente que no ve más que sus propias fronteras. Así ha sido la mente
masculina. Lo masculino separado, sin la guía de lo femenino lleva directamente
a la locura y a la guerra. Y no hay más que echar un vistazo a la historia de
la humanidad y hacia donde aparentemente se dirige. Lo masculino debe servir a
lo femenino. Es la fuerza activa, es la acción, es el poder de ejecución en la
materia. Pero debe ponerse al servicio de lo femenino, que es lo que conecta
con el todo, con la totalidad. Para la mente masculina separada, nada tiene
vida, nada tiene alma, nada es explicable y nada esta unido a lo demás. El
hemisferio izquierdo sólo ve únicamente piezas separadas sin ninguna relación
entre sí. Algo que va totalmente contra la realidad misma, como la física
cuántica ya ha demostrado sobradamente. Pero para poder percibir "algo más
que piezas separas", es necesario que esa mente del hemisferio izquierdo,
se ponga al servicio del hemisferio derecho. Es ahí donde se abre la puerta a
poder percibir la totalidad. Y el hemisferio derecho es femenino, y la puerta
del hemisferio derecho es la energía del corazón. Por eso siempre han hablado
las religiones y las tradiciones del corazón como "la puerta del alma".
Por eso siempre la mujer ha tenido más acceso a la intuición, a lo no
manifestado, a lo que no se ve, al conocimiento directo que sobrepasa lo
racional. Porque la energía femenina es una energía ligada al corazón.
La energía del chakra del corazón es la energía de la unión,
de la fusión. Por debajo del chakra del corazón está la energía del ego, del
"yo", donde todo está separado, y donde, por lo tanto, existen el
miedo y los enemigos.
Es necesario y vital que el hombre tome su verdadero poder.
Que el hombre abra su pecho y ponga su mente al servicio del corazón. Que se
abra a lo femenino en su interior, no para hacerse afeminado u homosexual, sino
para acceder al verdadero poder del Sol que hay en él. El Sol que alimenta a la
Tierra con su calor incondicionalmente, el Sol que siempre está ahí, sea de día
o de noche. El Sol que no tiene miedo de la Tierra, que no se plantea qué puede
hacer con ella, como puede explotarla, poseerla o controlarla. El Sol que no
quema a la Tierra con su compulsividad eyaculatoria y posesiva. Simplemente
está ahí, la observa, se maravilla ante su energía y su belleza y la venera y
la protege con su poder masculino.
Ese el nuevo hombre que ineludiblemente está apareciendo en
la Tierra ascendida. La nueva energía, que junto con una nueva mujer, desde su
verdadero poder femenino, traerán paz, dicha y consciencia a este maravilloso
planeta azul, a esta biblioteca danzante del Universo que es nuestra Madre
Gaia.